No puedo decir si me gustan los domingos o no, creo que básicamente cada domingo es diferente, hay domingos enérgicos, domingos de sofá y cocina (incluso algunos de sofá y baño), domingos de resurrección, domingos de infracción, domingos de cine (llévate cada... pfffff) y domingos de vuelta.
Para los que son de donde viven, esta es una experiencia que casi hace hasta ilusión. Para los que no somos de donde vivimos (y aunque reconozcamos que cada vez tengamos menos que ver con “de donde somos” y más con “donde vivimos”) los domingos de vuelta es algo que llevamos tatuado a fuego, algo que yo creo que nos une en la misma sensación de rencor a los kilómetros.
Recuerdo todo tipo de domingos de vuelta, en todo tipo de transportes, a cualquier tipo de hora, con cualquier tipo de compañía imaginable y con cualquier clima. Así, y siguiendo este orden el viaje más surrealista hubiera sido “Viaje en furgoneta en un sofá, saliendo a las 4am, con una señora sentada al lado que me obliga a no quitarme los cascos a pesar de haberme quedado sin pilas. Nevada de guines en Vitoria sin ver por dónde avanza la carretera e intentando seguir a un camión cuyo nombre no recuerdo”. El viaje como tan nunca existió, pero desgraciadamente sus partes sí.
Creo que lo más deprimente a lo que me he tenido que enfrentar fue una animada tarde de nochebuena, camino a mi casa, en el autobús equivocado parando pueblo a pueblo hasta llegar a mi querida donosti a eso de las 10. Creo que se enfadó conmigo hasta el pavo. Y hablando de enfados otra vez conseguí ser odiado por todo el bus ya que en la paradita de turno me equivoqué de bus a la vuelta y me metí en uno que volvía a Bilbao, qué drama la entrada a mi bus... ya decía yo que no me sonaba la gente.
De todas formas tengo que decir que tras tantos años unos se profesionaliza y aprende a no caer en los clásicos errores “autobús de refuerzo número 7 fila 46, ventana y borono cabezón infernal con asiento reclinado a 13 cm de tu cara” o “atascazo de la vida a las 7 de la tarde con todos los borjamaris volviendo de la casa de campo... de la casa del PUEBLO GILIPOLLAS, como ha sido toda la puta vida”.
Uno de las mejores maneras de ahorrarte estos disgustos es abandonar el concepto bus y abrazar el concepto tren o el concepto coche con amigos, el primero porque quieras o no si surge algún problema, como se da hoy el caso desde donde escribo, a mi izquierda señor tipo bola con una cuerda (cuerda de cuerda, cordel, de las que llevan los paquetes) a la cintura y que huele a cerrado (que lo he tenido que saltar antes para ir a mear).
Decía, que si se da el caso en el que se ha de escapar, uno puede huir rápidamente a la cafetería o saltar de un asiento a otro con tal de evitar cualquier contratiempo. La segunda forma de viajar, con amigos, pues ya se sabe..mal de muchos consuelo de tontos y yo soy muy pero que muy tonto.
Lo reconozco, soy un viajero intransigente, vale, pero de verdad que tengo razones para serlo. Soy el doble que tú, no doy el coñazo, no grito, no hablo y si lo hago es bajito, no saco cosas que huelen a pies, queso o mandarina de bolsas del Aldi, no oirás mi móvil en todo el viaje, ni respiro como si me hubiera tragado un pito ni me absorbo los mocos 500 veces, simplemente permanezco, estoy, existo, vegeto, con el único propósito de llegar, de alcanzar de la mejor forma posible el destino. Es tan difícil?.....
(Silencio....)
Cri cri cri cri....
La verdad es que me he hecho super fans del tren, tren bueno gordo, ahí, grande, puerta a puerta... que tú tengas. Y sin querer me he puesto a hablar de algo diferente a lo que quería contar desde aquí, el asiento del trenecito y camino a Madrid en un domingo de vuelta.
Y es que viajar en tren es una gozada, me parece perfecto, sitio, con tu periódico, tu libro y tu música, medio tumbado y con el abrigo a modo de manta. En la bolsa el bocata de jamón con tomate que una señora me sigue haciendo a mis treinta palos y el resto de cosas robadas directas al frigo de casa. Dormirte y despertarte junto a la ventana, en Burgos. Gente que se despide al otro lado, cada uno con su historia, con su domingo de vuelta y que reconoces al instante como a tu igual. No sé, me gusta, a uno le da tiempo a hacer muchas cosas, a pensar en muchas cosas, a llegar a Madrid con la tranquilidad y el sosiego que da pensar en uno mismo y en las cosas que me alegran la semana.
(y el tren para en migala.... en pequeñas dosis..perfecto...el gran miércoles)
Para los que son de donde viven, esta es una experiencia que casi hace hasta ilusión. Para los que no somos de donde vivimos (y aunque reconozcamos que cada vez tengamos menos que ver con “de donde somos” y más con “donde vivimos”) los domingos de vuelta es algo que llevamos tatuado a fuego, algo que yo creo que nos une en la misma sensación de rencor a los kilómetros.
Recuerdo todo tipo de domingos de vuelta, en todo tipo de transportes, a cualquier tipo de hora, con cualquier tipo de compañía imaginable y con cualquier clima. Así, y siguiendo este orden el viaje más surrealista hubiera sido “Viaje en furgoneta en un sofá, saliendo a las 4am, con una señora sentada al lado que me obliga a no quitarme los cascos a pesar de haberme quedado sin pilas. Nevada de guines en Vitoria sin ver por dónde avanza la carretera e intentando seguir a un camión cuyo nombre no recuerdo”. El viaje como tan nunca existió, pero desgraciadamente sus partes sí.
Creo que lo más deprimente a lo que me he tenido que enfrentar fue una animada tarde de nochebuena, camino a mi casa, en el autobús equivocado parando pueblo a pueblo hasta llegar a mi querida donosti a eso de las 10. Creo que se enfadó conmigo hasta el pavo. Y hablando de enfados otra vez conseguí ser odiado por todo el bus ya que en la paradita de turno me equivoqué de bus a la vuelta y me metí en uno que volvía a Bilbao, qué drama la entrada a mi bus... ya decía yo que no me sonaba la gente.
De todas formas tengo que decir que tras tantos años unos se profesionaliza y aprende a no caer en los clásicos errores “autobús de refuerzo número 7 fila 46, ventana y borono cabezón infernal con asiento reclinado a 13 cm de tu cara” o “atascazo de la vida a las 7 de la tarde con todos los borjamaris volviendo de la casa de campo... de la casa del PUEBLO GILIPOLLAS, como ha sido toda la puta vida”.
Uno de las mejores maneras de ahorrarte estos disgustos es abandonar el concepto bus y abrazar el concepto tren o el concepto coche con amigos, el primero porque quieras o no si surge algún problema, como se da hoy el caso desde donde escribo, a mi izquierda señor tipo bola con una cuerda (cuerda de cuerda, cordel, de las que llevan los paquetes) a la cintura y que huele a cerrado (que lo he tenido que saltar antes para ir a mear).
Decía, que si se da el caso en el que se ha de escapar, uno puede huir rápidamente a la cafetería o saltar de un asiento a otro con tal de evitar cualquier contratiempo. La segunda forma de viajar, con amigos, pues ya se sabe..mal de muchos consuelo de tontos y yo soy muy pero que muy tonto.
Lo reconozco, soy un viajero intransigente, vale, pero de verdad que tengo razones para serlo. Soy el doble que tú, no doy el coñazo, no grito, no hablo y si lo hago es bajito, no saco cosas que huelen a pies, queso o mandarina de bolsas del Aldi, no oirás mi móvil en todo el viaje, ni respiro como si me hubiera tragado un pito ni me absorbo los mocos 500 veces, simplemente permanezco, estoy, existo, vegeto, con el único propósito de llegar, de alcanzar de la mejor forma posible el destino. Es tan difícil?.....
(Silencio....)
Cri cri cri cri....
La verdad es que me he hecho super fans del tren, tren bueno gordo, ahí, grande, puerta a puerta... que tú tengas. Y sin querer me he puesto a hablar de algo diferente a lo que quería contar desde aquí, el asiento del trenecito y camino a Madrid en un domingo de vuelta.
Y es que viajar en tren es una gozada, me parece perfecto, sitio, con tu periódico, tu libro y tu música, medio tumbado y con el abrigo a modo de manta. En la bolsa el bocata de jamón con tomate que una señora me sigue haciendo a mis treinta palos y el resto de cosas robadas directas al frigo de casa. Dormirte y despertarte junto a la ventana, en Burgos. Gente que se despide al otro lado, cada uno con su historia, con su domingo de vuelta y que reconoces al instante como a tu igual. No sé, me gusta, a uno le da tiempo a hacer muchas cosas, a pensar en muchas cosas, a llegar a Madrid con la tranquilidad y el sosiego que da pensar en uno mismo y en las cosas que me alegran la semana.
(y el tren para en migala.... en pequeñas dosis..perfecto...el gran miércoles)
nunca regreso un viernes para volver un domingo y esto me da más envidiaca que el txangurro con tomate, bueno, no lo se... como soy cobarde fantaseo con poder largarme corriendo a "casa" (lo pongo así por el pilla-pilla)y esperar que pase todo, siete paradas de metro me da para 4 canciones y para repetir el mismo pensamiento 20 veces. pero si tuviera 8 horas! me busco unas excusas...
ResponderEliminarai! que con la depresión se me ha olvidado decir que esta canción con este vídeo es preciosa. que imágenes tan tranquilas y felices de gente normal de verdad.
ResponderEliminaroye, lo mismo tienes la oportunidad de quitarte la envidiaca mala
ResponderEliminarEl 8 en "super", en camiseta, en bola de billar, o en camiseta con bola producer esta imágenes tan chulas.... la verdad es que dan ganas de meterse con el champero ese al agua y luego echarse una siesta de esas de verano de vergüenza ajena encima de la arena.